Busto de la emperatriz Julia Domna

Busto de la Emperatriz Julia Domna, mujer de Septimio Severo, Mármol. Museo de Bellas Artes de Lyon (Francia).

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Este retrato esculpido de una mujer representa a Julia Domna († 217), princesa de Siria y esposa de Septimio Severo, emperador romano de 193 a 211. Sus cejas unidas y su abundante cabello, probablemente un postizo, con mechones con muescas, recogidos en un moño plano en la parte posterior de la cabeza, son característicos de las representaciones de la emperatriz. El rostro está tratado con realismo y la mirada girada hacia la derecha expresan fuerza y serenidad. Este retrato oficial estaba destinado a un lugar público, participando así en la difusión de la imagen de la pareja imperial. En el siglo XIX, un anticuario ensambló la cabeza femenina con un busto fragmentario de un hombre drapeado. 🤦‍♀️

Vamos a saber un poco más de esta figura muy relevante de la primera mitad del siglo III:

Julia nació en la ciudad de Emesa (la actual Homs), Siria, en el 160 d.C. y su cognomen, Domna, significa «negra». Provenía de la familia real de Emesa, que era entonces un importante centro religioso y comercial, de hecho, los antepasados de Julia reinaron en Emesa hasta finales del siglo I d.C. Se trataba de una familia rica y con buenos contactos políticos; su padre era sumo sacerdote en el templo del dios solar El-Gabal (latinizado como Heliogábalo), y su hermana mayor, Julia Mesa, acabaría siendo abuela de dos emperadores. El tío de su padre, Julio Agripa, fue un hombre acaudalado que había llegado a ser centurión de alto rango en una legión y que a su muerte le dejó todo su patrimonio a Julia Domna.

En torno al 180 d.C. Septimio Severo, un general libio del ejército romano que había enviudado, llegó a Siria siguiendo las indicaciones de un augurio que había profetizado que Severo encontraría allí a su segunda esposa. En Siria, Severo conoció a Cayo Julio Basiano, padre de Julia y sacerdote supremo del Templo del Sol, que le presentó a su hija menor, todavía soltera. El horóscopo de Julia Domna había vaticinado que se casaría con un rey, y esto fue irresistible para el supersticioso Severo. Se casaron en el 187 d.C.

(…) Julia utilizó su posición para entrar en contacto con los principales filósofos y artistas y para impulsar sus obras e ideas. Una muestra es el famoso relato de Filóstrato, uno de los miembros de su círculo, que en su Vida de Apolonio de Tiana (un sabio pitagórico errante del siglo I d.C.) cuenta cómo la emperatriz le encargó que introdujese ciertas mejoras en la obra que se conservaba de Apolonio.

Julia estaba en Eboracum (York) con Severo cuando este murió de una enfermedad en el año 211 d.C., momento en que, cumpliendo con el testamento, los hijos que había tenido con Julia, Caracalla y Geta, asumieron el trono de manera conjunta. Este sistema no duró mucho dada la animosidad entre los hermanos, que vivían en extremos opuestos de la ciudad. Existen pruebas de que Caracalla y Geta conspiraron el uno contra el otro y de que ambos temían por su vida, pero Julia intentó mediar entre sus hijos, así que cuando Caracalla le expresó su deseo de reconciliarse con Geta, dio su consentimiento para que concertase una reunión con su hermano en los aposentos privados de ella.

Pero era un engaño: en la reunión, los centuriones de Caracalla se abalanzaron contra Geta y lo apuñalaron hasta darle muerte. Según el relato de Dión Casio, Geta murió en los brazos de Julia, y ella misma estaba tan cubierta con la sangre de Geta que no se percató de que, en el ataque, había resultado herida en una mano. Después de la muerte de Geta, Caracalla se convirtió en el único emperador de Roma e instituyó inmediatamente una damnatio memoriae contra su hermano.

(…) Julia adquirió notoriedad en la política imperial, especialmente tras la muerte de su esposo; de hecho, según Dión Casio, Caracalla le concedió amplias libertades para administrar el imperio en su ausencia, durante sus prolongadas campañas militares. Desde el 212 hasta el 217 d.C., con Caracalla como único emperador tras el asesinato de Geta, Julia atendió peticiones, presidió recepciones públicas y gestionó la correspondencia oficial; es más, Caracalla hacía constar el nombre de su madre junto al suyo en sus cartas al Senado. La historiadora Julia Langford cuestiona la magnitud real del poder de Julia en su libro sobre del papel que desempeñó esta emperatriz en la ideología y la propaganda de la dinastía Severa.

Julia era una mujer de gran cultura e ingenio político. Es posible que Severo hiciese buen uso de la sagacidad de su esposa durante su ascenso al poder en el año de los cinco emperadores (193 d.C.) y también a lo largo de todo su gobierno. La emperatriz amparó a artistas, pensadores y sabios de diversas ramas del conocimiento, de quienes se hacía aconsejar, hasta crear un influyente círculo en la corte dedicado al cultivo de la filosofía. Acompañaba con frecuencia a Severo en sus campañas, por lo que a partir del 195 d.C. recibió el título de Mater Castrorum, esto es, «madre de los campamentos militares».

(…) Las verdaderas circunstancias de su muerte siguen siendo inciertas, pues según Dión Casio, Julia también se encontraba en aquellos momentos en las últimas fases de un cáncer de mama. En cualquier caso, a la edad de 57 años, poco después del asesinato de Caracalla, Julia también había muerto. Sus restos se enterraron inicialmente en el mausoleo de Augusto, pero su hermana Julia Mesa los trasladó después, junto con los de Caracalla y Geta, al mausoleo de Adriano, que ya albergaba las cenizas de Severo.

Julia Domna fue deificada por Heliogábalo, su sobrino nieto y sucesor de Macrino, y, según Benario, se le rindió culto por todo el imperio con distintos títulos locales. Su influencia todavía se debate, pero, tal y como observa Hiesinger, no cabe duda de que fue «una de las emperatrices más poderosas y activas de la historia de Roma».

Hay quien dice que ella colaboró en el asesinato de Geta, aunque no hay pruebas fehacientes que así lo acrediten.

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