El oído: serie de la Dama y el Unicornio

Serie la Dama y el Unicornio: el oído. Museo de Cluny o de la Edad Media. París.
Serie la Dama y el Unicornio: el oído. Museo de Cluny o de la Edad Media. París.

En pasados posts, ya examiné la vista, el tacto y el gusto. Examinaremos hoy el cuarto tapiz de la serie que se refiere a este sentido:

La dama juega con un órgano portátil del que la joven que está con ella activa los fuelles. El instrumento se apoya sobre un tapiz oriental, mientras que un poste o montante del órgano tiene una figura de un unicornio y la otra de un león. Así, se ajusta la composición: las banderas tapan los árboles sobre los que han sido puestas; sólo la parte delantera del unicornio es visible, aunque un poco desproporcionadamente. la joven dama, absorbida por la música lleva un vestido azul y un sobrevestido amplio en el que el preciado tejido, con motivos de granadas, es semejante al que viste en otros tapices de la misma serie. El peinado de la dama consiste en una trenza de dos cabos, dispuestos a los lados de la cabeza para cogerlos en garceta por delante de la cabeza. La joven que está con ella lleva un peinado mucho más sencillo sobre el que se ha puesto un velo corto.

Explicación del tapiz del Museo de Cluny o de la Edad Media (mi traducción).

Como bien dice el propio museo en su página web:

Estos tapices «millefleurs» (‘mil flores’, traducido literalmente) se caracterizan por una abundante flora: flores, naranjos, pinos, acebos o robles y están poblados por un pacífico bestiario (monos, perros, conejos y garzas).  En esta naturaleza paradisíaca, que invita a la contemplación, el unicornio es ora actor, ora mero espectador. Acompañada por un león, lleva, en todas las escenas, el escudo de armas de la familia Le Viste.

La dama y el Unicornio. Museo de Cluny. París.

Ahora bien, le debemos poder admirar estos tapices al autor de la ópera Carmen, Prosper Merimée:

Cinco años antes de dar vida a la más famosa de las gitanas de la literatura universal, Carmen, Prosper Mérimée trabajaba como inspector de la comisión de Monumentos Históricos de Francia. Un día de julio de 1841, los pasos de la burocracia le llevaron al casi exacto corazón del país: la región de Limousin. La villa de Boussac acababa de comprar el castillo de los condes de Carbonnières, y Mérimée debía examinar si el edificio, antes de convertirse en sede de alguna oficina pública, guardaba algo de valor para el Estado.
Tras atravesar las puertas, apareció ante sus ojos un holocausto de “tapices cortados para cubrir las carretas”, escribió. Sin embargo, existía una serie de seis (en buen estado, “solo uno un poco comido por las ratas”) que eran dignos de entrar en la colección del rey. Mérimée había sacado a la luz los tapices de La dama del unicornio, fechados en el siglo XV y considerados una de las obras cumbre de este arte casi olvidado.
Entre su descubrimiento y la adquisición por parte del Estado pasaron casi cuarenta años. La comisión de Monumentos Históricos no hizo mucho caso de las alabanzas de Mérimée. Hizo falta una campaña orquestada, entre otros, por la escritora George Sand (que los incluyó en alguna de sus novelas), para que alcanzaran fama entre el público. Una fama tal que al tesoro público no le quedó más remedio que hacer el desembolso y comprar las seis piezas.

MSN.com.

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