Monumento a un guerrero muerto: Crátera de volutas del MAN

Vamos a examinar hoy esta pieza del Museo Arqueológico Nacional que, como podéis ver, sorprende tanto por su diseño como también por su tamaño.

La cratera de volutas es uno de los vasos utilizados en Magna Grecia como monumento funerario.

Cara A: guerrero y un efebo en un naiskos rodeado de oferentes. El naiskos o templete de color blanco está formado por dos columnas jonias que sostienen un arquitrabe y un frontón triangular. Sus ángulos están rematados, con tres acróteras en forma de palmetas. El templete se levanta sobre un podio decorado con roleos. En su interior está representado el difunto, un guerrero sentado revestido con sus armas: casco corintio de largo penacho alzado idealmente sobre la cabeza, espada, lanza y escudo redondo que figura a sus pies. Frente a él otro joven guerrero con similar atuendo militar. Cuatro son las figuras situadas a los lados del templete, un varón desnudo, dos mujeres y Eros. Los mortales llevan en sus manos espejos y ramas o guirnaldas vegetales. Son los oficiantes del culto heróico que celebra al guerrero y testigos de su tránsito iniciático al más allá. Eros es presencia necesaria como guía en este último viaje y para conceder al difunto la fecundidad de una nueva vida en el allende.

Cara B: De nuevo los participantes en este ritual funerario, que acuden con ofrendas ante una estela. El monumento se ha convertido ahora en un pilar, adornado con cintas blanca y negra, alzado sobre un podio decorado con roleos y rematado en una gran copa agallonada de asas elevadas, un cántaro, vaso heroizador propio del ámbito dionisíaco, que contiene el líquido sagrado en estado puro, objeto ritual, símbolo pregnante del poder que el vino y Dioniso encarnan. Los objetos que estos personajes llevan -corona, caja, espejos y ramas vegetales- aluden al ambiente festivo, fecundo y beatífico de espacio iniciático de la muerte y de un allende bienaventurado.

Cuello: Preside esta escena una sirena situada sobre un gran cáliz floral, vestida con túnica corta, tañendo las cuerdas de una cítara, con el plectro en la otra mano. Eros y un cisne revolotean en este jardín paradisíaco donde flores, zarcillos, capullos y roleos vegetales brotan incesantemente y conforman una metamorfosis ubérrima.

Cuatro cabezas de cisne modeladas plásticamente y barnizadas en negro, brotan a los lados del cuello, sobre el hombro. Cabezas femeninas en relieve decoran el medallón circular de las volutas.

Bajo las asas, la crátera tiene un complejo programa de palmetas superpuestas

Museo Arqueológico Nacional. Madrid.
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Las curiosidades de internet (13/02/2024)

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