Cristo resucitado (Iglesia de San Ginés, Madrid)

Esta talla policromada de Cristo resucitado data del Siglo XVIII y es de autor anónimo, aunque tradicionalmente se atribuye a Luis Salvador Carmona.

De la web artehistoria:

“Carmona comparte con Olivieri y Castro la práctica de un arte cortesano por su participación en la gran empresa escultórica del Palacio Real y sus trabajos en el Real Sitio de San Ildefonso de La Granja, pero le diferencia de ellos su conocimiento de la imaginería tradicional en sus variedades regionales. Frente a la formación italiana de los dos anteriores, Salvador Carmona tendrá una formación autóctona que hunde sus raíces en el último barroquismo. No obstante, su aproximación a Olivieri y su intensa participación en la gestación de la Academia desde la Junta preparatoria, y en la que llegó a ser teniente director de Escultura, le hicieron asimilar los aspectos más amables del Rococó. Nacido en 1708 en Nava del Rey (Valladolid) fue aprendiz en el taller madrileño de Juan Antonio Villabrille y Ron, de quien aprendió el apuramiento técnico que le caracteriza y se inició con él en la estatuaria pública en piedra –San Sebastián en la iglesia madrileña de esta advocación, San Fernando en la portada del Hospicio y San Isidro Labrador y Santa María de la Cabeza en el puente de Toledo– que le proporcionó la experiencia en el trabajo de este material que, sin duda, aprovechó en sus trabajos posteriores en el Palacio Real. Después de unos años -de la década de los treinta- en que escasean las noticias sobre el artista, quizá ocupado en las fuentes de La Granja, reaparece trabajando en el Palacio Real, según declaración propia en su «Memorial» (1748) «para la fábrica del Real Palacio ha hecho en piedra los trofeos y cabezas que por repartimiento le tocaron”».

De Wikipedia:

En Madrid existe un elevado número de esculturas autógrafas o atribuidas, repartidas por numerosos conventos, iglesias y museos. No obstante, muchas piezas se perdieron en la Guerra Civil. El Museo del Prado conserva dos relieves en mármol encargados para la decoración del Palacio Real: El milagro de san Isidro y San Dámaso recibiendo a san Jerónimo; son muestra de la habilidad del escultor para el trabajo en piedra, que exhibió también en varias de las esculturas encargadas para coronar la cornisa del mismo Palacio donde, no obstante, resulta más problemático reconocer su estilo.​ En piedra realizó también una de sus obras más famosas, el busto de La Fe, alarde de virtuosismo escultórico que el autor firmó y regaló a la Academia de san Fernando.

(…) la mayor parte de las obras de Carmona en Madrid fueron destinadas a parroquias, conventos, cofradías o hermandades. Un rico conjunto se encargó para la congregación de san Fermín de los Navarros; sin embargo todas las imágenes fueron destruidas en 1936. Otro grupo de esculturas perteneció al Colegio y convento de Santo Tomás; también fueron presa de la guerra y de ellas solo resta una Virgen del Rosario, una de sus grandes obras, hoy en el Oratorio del Olivar. La iglesia de san Antón posee un bello relieve de San Camilo de Lelis; en la iglesia de san José descuella una bellísima talla de San José con el Niño, modelo que repitió con variantes en muchas ocasiones; mientras que la Basílica de san Miguel conserva el Cristo de la Fe, un San Pascual Bailón y una Santa Librada análoga a la del museo de Valladolid, aunque en esta el contraste entre la candidez de la joven santa y lo cruento de su sacrificio se acentúa. Otras muchas obras, atribuidas a él o su taller, se reparten por diversos templos de Madrid”.

De la RAH:

La obra de Luis Salvador Carmona ofrece, al igual que la de otros escultores contemporáneos, una actividad desdoblada: por un lado, las obras de carácter oficial que le hacen participar de las corrientes del arte internacional y, por otro, encargos de imaginería tradicional en los que consigue verdaderas imágenes de devoción. Su colaboración en Palacio comprende, además de algunos adornos, los seis reyes pertenecientes al programa del padre Sarmiento entre los que destacan Felipe IV, inspirado en los retratos de Velázquez, la hermosa doña Sancha y sobre todo Juan V de Portugal, “muy bien planteada y muy bien concluida”, en opinión de Olivieri, que alcanzó la más alta valoración —20.000 reales— de todos los reyes de la serie. También hizo dos medallas para el piso principal. Importante obra es la Medalla del Panteón de Felipe V en La Granja, con el Cristo de la Victoria, realizada en estuco. El busto de mujer velada que conserva la Academia de San Fernando está fechado en 1752, año de su nombramiento como teniente director de Escultura.

El otro plano de su actividad, el de la escultura en madera, exigió al escultor la asimilación de la memoria del pasado de la tradición imaginera. Hizo una difícil síntesis de la imaginería castellana y andaluza. Entre lo castellano la influencia de su maestro Villabrille y Ron debió de ser determinante. También debió de suscitar en su aprendiz la admiración por Manuel Pereira cuyo Cristo del Perdón copió para La Granja (1751), Nava del Rey (1755) y Atienza. La sugestión de Gregorio Fernández se deja sentir en el Crucificado del Museo Nacional de Escultura (Valladolid) y en el Cristo Flagelado del Olivar de Madrid. Entre lo andaluz, ejerció sobre él una gran seducción Pedro de Mena, quien le inspira el modelo para las Vírgenes Dolorosas de La Granja, de la Quinta Angustia de León y Salamanca, así como la Magdalena o Santa María Egipcíaca. Algunas de sus creaciones más personales son la Virgen del Rosario, de la que se conserva una serie bien representada por las de La Granja y Vergara; la Inmaculada de Lesaca, quintaesencia del rococó, y San Miguel Arcángel, en los ejemplares de Vergara, Rascafría e Idiazábal. Algunas de sus santas, como Santa Teresa o Santa Librada, están animadas por un pathos berninesco. Obras como Santa Inés o la Santa Rita de Casia, ambas en La Granja, ofrecen dos versiones de la belleza, la de la elegancia mundana y la austeridad monjil, inspirada en estampas francesas que el escultor tenía en su obrador, “estampas de París y otras partes, de distintas hechuras y láminas que sirven de diseños para la escultura”. Su arte aristocrático y exquisito hace de Salvador Carmona el mejor escultor cortesano del siglo XVIII”.

El San Fernando de la portada del antiguo Hospicio de Madrid, hoy Museo Municipal, podéis verlo aquí.

Las tallas policromadas tienen sus propios problemas de conservación. Como podemos ver, el estado de esta talla es magnífico, precisamente por el cuidado que la Iglesia de San Ginés dedica a su patrimonio. Pero la abundantísima producción de tallas y retablos polícromos hace que a veces sea prácticamente imposible (o extremadamente difícil) su mantenimiento. Os dejo este artículo sobre la cuestión.

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