Es, sin duda, uno de los cuadros que más me ha impresionado, no sólo por la brillantez de su resolución (los colores, las expresiones, las telas, el dominio de la luz, etc.) y por el tamaño (482 × 722 centímetros), si no porque no entiendo cómo no es mucho más famoso. Pero impresiona aún más saber que es una réplica pintada por Doré tras haber pintado este mismo tema en otro cuadro que podemos denominar “original”, que es aún de mayores dimensiones (609 × 914 centímetros), que se expone en el Museo de arte moderno y contemporáneo de Estrasburgo.
El detalle que hoy os muestro es el correspondiente a Judas Iscariote, el traidor, que varía un poco entre el “original” y la réplica: en el primero, sólo tiene los ojos bajados, en esta versión parece tener miedo, su expresión está más clara que en el “original”.
«Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y le llevaron a crucificarle.
«Al salir, encontraron a un hombre de Cirene llamado Simón, y le obligaron a llevar su cruz.»
El cuadro entero está aquí, donde podéis apreciar a Simón de Cirene en la parte más baja del cuadro cargando ya con la cruz. Los detalles de Cristo y la Virgen María están aquí y aquí.