Estatua ecuestre de San Fernando (Sevilla)

Hoy vamos a tratar un monumento especial: el realizado en honor del rey Fernando III el Santo, hoy en la llamada Plaza Nueva en el barrio del Arenal, distrito Casco Antiguo, con la disposición que se ve en la foto anterior.

Aquí vemos el monumento con la disposición que tiene a día de hoy. Fue el Rey que reconquistó Sevilla en el año 1248 y declarado Santo en 1671 y del que ya hablamos en una entrada anterior al tratar los Reales Alcázares.

Aunque había planes para poner esta estatua en este emplazamiento desde mediados del siglo XIX y la primera piedra la puso Alfonso XII el 27 de marzo de 1877, el monumento no se inauguró hasta el 15 de agosto de 1924, por lo que este año se cumplen los 100 años de esta estatua.

Comenzando por el análisis de la propia estatua ecuestre (hacía demasiado sol cuando pasé, a ver si la siguiente vez puedo hacerle una foto sólo a la estatua y la subo):

El monumento consta de una estatua ecuestre realizada por Joaquín Bilbao, hermano del pintor Gonzalo Bilbao. Siguiendo la creencia popular (más que rigor científico) sobre la simbología en este tipo de representaciones, que el caballo tenga las cuatro patas en el suelo revela que el protagonista murió por causas naturales y no en batalla o por heridas sufridas en ella. Fernando de Castilla empuña en su mano derecha un cetro rematado con una cruz, mientras la espada Lobera permanece envainada a su izquierda. En la silla, se aprecia una imagen de la Virgen con el Niño Jesús en brazos, al modo de la Virgen de los Reyes.

En cuanto a las figuras que tenemos en la parte baja, comenzamos por la parte delantera de la estatua:

En la parte derecha de la foto tenemos a Garci Pérez de Vargas, caballero medieval del tiempo del Rey representado conocido por sus hazañas en el campo de batalla:

Tomó parte también la Reconquista de Sevilla por Fernando III el Santo, en 1248, de donde se recuerdan dos anécdotas. Una de ellas que cristianos del linaje de los Mariños le criticaba porque su escudo estaba deteriorado. En esto, un caballero Mariño le retó a salir a pelear contra los moros, y al ver el infanzón Mariño cuánta braveza tenía Vargas en su combate, se disculpó y le dijo que la razón por la que su escudo estaba tan deteriorado era de tanto pelear por el rey Fernando.

La segunda anécdota cuenta que él y otro caballero iban a incorporarse a la escolta de los forrajeadores en la dehesa de Tablada​ cuando se encontraron con siete caballeros moros. El otro caballero sintió miedo y se marchó, abandonando a Garci Pérez, que pidió las armas y armadura a su escudero, se las colocó, y pasó a través de los moros que, conociéndole, no se atrevieron a tocarle. Tras esto, recordó que al ponerse el yelmo se le había caído la cofia que él solía llevar en la cabeza, ya que era calvo, y, en contra de los ruegos de su escudero, decidió dar la vuelta para recoger la cofia, volviendo a pasar frente a los moros. Viendo el rey San Fernando todo este episodio desde un cerro cercano, el de San Juan de Aznalfarache, fue a preguntarle a Garci Pérez quién era el caballero que le había abandonado y él no quiso decirlo.

No hace falta más comentario sobre el caballero en cuestión: está en el monumento con todo merecimiento.

El segundo, que es el que tenemos en la parte frontal, es, como no podía ser de otra manera, el hijo del homenajeado, Alfonso X, apodado el Sabio, que sostiene un libro, en referencia a la gran cantidad de obras que mandó realizar, entre otras, las importantísimas Siete Partidas que se han estado aplicando hasta el Siglo XIX (Florida incluida), las Tablas Alfonsíes (sobre materia astronómica), la Estoria de España (no creo que sea necesario traducir este título), la General Estoria (sobre historia universal), las Cantigas de Santa María (canciones líricas), el Lapidario (sobre propiedades minerales) o el Libro de los Juegos (sobre el ajedrez entre otros). Su reinado fue sin duda uno de los más importantes de la Edad Media castellana, habiendo recibido una cuidadosa educación a instancias de su madre, Beatriz de Suabia. Creo que no es necesario señalar que también se merece estar en el monumento.

En este lado, continuamos viendo a Alfonso X y tenemos a otro protagonista de la conquista de Sevilla: Ramón de Bonifaz. Nacido en el Midi francés, se le considera parte de la familia genovesa de los Bonifaci y, en cuando a su vida privada, podemos decir que se casó 4 veces y tuvo 14 hijos, así que podemos decir que supo aprovechar bien su tiempo libre. Su participación en la toma de Sevilla fue decisiva porque fue el encargado de romper el llamado “Puente de Barcas” que estaban atadas con cadenas, de ahí que la estatua tenga unas cadenas en la mano derecha:

En el invierno de 1246-1247, Ramón se entrevistó en Jaén con el Rey, ocupado por aquel entonces en una serie de operaciones de hostigamiento en el área de la Baja Andalucía, contra Sevilla, y allí Fernando III le encargó armar una flota para el sitio de la ciudad hispalense. La escuadra, compuesta de trece naves entre naos y galeras, llegó en el verano de 1247 al Guadalquivir. Antes de encontrarse con las fuerzas castellanas de tierra, se enfrentó a una formación naval compuesta de elementos sevillanos y norteafricanos, consiguiendo su primer triunfo y cortando, además, las comunicaciones fluviales entre la ciudad del Betis y el área magrebí de manera definitiva. Durante los meses siguientes de 1247, los sevillanos intentaron romper el bloqueo inútilmente. En la primavera de 1248, a principios de mayo, tuvo lugar la rotura del puente de barcas que unía Sevilla con Triana, por parte de la flota de Ramón Bonifaz. Tal episodio, en el marco de la táctica de aislamiento total de la ciudad, no fue resolutorio, como sí lo fue el consiguiente patrullaje de los leños castellanos entre las dos orillas, llegando seis meses más tarde a capitular Sevilla.

La realidad es que, si no hubieran roto ese puente, no hubieran llegado más allá por el río Guadalquivir por lo que no hubieran podido aislar la ciudad y conseguir su caída.

Falleció en 1256, según el epitafio presente en su sepulcro en el monasterio burgalés de San Francisco, que todavía en el siglo xviii pudo leer el viajero Antonio Ponz y que en época napoleónica fue destruido con el edificio.

Otro hecho en el que vemos “las huellas duraderas del beneficio” del gobierno de Napoleón Bonaparte.

Y para terminar, tenemos la parte posterior del monumento: a la derecha seguimos viendo a Ramón de Bonifaz y a la izquierda tenemos a Don Remondo o Don Raimundo de Losana (aquí más información aún):

Nacido en Segovia, fue hijo de Hugo de Losana y de Ricarda; Fernando Velázquez, que después sería también obispo de Segovia, fue su hermano.​ En sus tiempos de escolar le sacó un ojo a uno de sus hermanos, y como penitencia marchó a Roma, donde hizo sus estudios.

De regreso en España fue favorecido por la reina Berenguela, sirviendo al rey Fernando III como notario, consejero y confesor; en 1249 fue nombrado obispo de Segovia.

Tras la muerte del rey sirvió a su hijo Alfonso X; en 1259 era coadjutor de Felipe de Castilla, que a pesar de ser lego había sido nombrado arzobispo de Sevilla, y cuando éste renunció a la sede para casarse con Cristina de Noruega, Raimundo le sucedió, permaneciendo al frente de la archidiócesis hasta su muerte, ocurrida en 1286 o 1288.(1)

Sepultado en la catedral de Sevilla, algunos autores​ afirman que poco después fue trasladado a la parroquia de San Gil de Segovia, donde fue hallado en 1668 cuando la iglesia fue derribada en busca de las reliquias de San Jeroteo. Otros​ dicen que el sepulcro que se halla en Segovia es de sus padres, y que los restos de Raimundo siguen en Sevilla.

Por último, hay que mencionar a los autores de las estatuas:

En el pedestal sobre el que se sitúa la imagen de San Fernando se colocan cuatro esculturas de los artífices de la conquista de Sevilla. Aparecen el hijo del monarca, Alfonso X (realizada por Enrique Pérez Comendador), el Almirante Ramón de Bonifaz (obra de José Lafita Díaz), el Obispo Don Remondo (por Alfonso López Rodríguez) y el Caballero Garci Pérez de Vargas (de Joaquín Sánchez Cid).

(1) Ya sabéis lo que me gustan los asuntos genealógicos: Cristina de Noruega fue enviada a la Corte de Castilla con todo su séquito para conseguir una alianza con Castilla, algo que interesaba a ambas partes, de manera particular para alcanzar la corona imperial. Ya hemos visto que la madre de Alfonso X era Beatriz de Suabia (prima del emperador Federico II Hohenstaufen, uno de los personales más peculiares de la Edad Media europea), cuyo padre, Felipe, era duque de Suabia y, por tanto, uno de los electores al trono del Sacro Imperio Romano Germánico. Alfonso X esperaba con esta unión, tener una situación mejor para serlo él mismo. La pronta muerte de la princesa, unos dicen que por tristeza y añoranza de su tierra y otros por el calor de Sevilla al que no estaba acostumbrada (algo normal por otra parte porque Noruega no se caracteriza por el calor precisamente), hizo que su matrimonio con Felipe de Castilla no produjera realmente consecuencias, más allá de la pena de su viudo que, sin embargo, volvió a casarse otras dos veces, estando enterrado (parece ser) con su tercera esposa, doña Inés Rodríguez de Girón.

La Edad Media no parece ser tan aburrida ni tan oscura una vez que se conoce a los personajes que la vivieron.

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