Palacio de San Telmo (Sevilla): Fachada Norte (y 2)

Vamos a continuar con el examen de los sevillanos ilustres que podemos encontrar en esta fachada, examen que empezamos ayer, después de haber examinado anteriormente la puerta principal.

Nos encontramos a continuación con la estatua de Fernando de Herrera:

(Sevilla, 1534 – id., 1597) Poeta, historiador y crítico español, llamado el Divino por sus coetáneos. Principal representante de la escuela poética sevillana del siglo XVI, su obra representa la transición desde el clasicismo renacentista de Garcilaso hacia la complejidad estilística barroca de Luis de Góngora y Francisco de Quevedo.

(…) Si se analiza la situación de Fernando de Herrera en la lírica castellana, puede advertirse que en su producción convergen paralelamente la mayoría de los procedimientos habituales en la literatura renacentista española. En primera instancia es básica la asimilación de los códigos poéticos del petrarquismo y el italianismo introducidos por Garcilaso de la Vega y Juan Boscán. Por esta razón, parece indicado proponer que la lírica del Siglo de Oro se sustenta sobre un proceso progresivo en el que, de la equilibrada armonía y el artificio elegante e idealizado de Garcilaso, se pasaría a la abundancia imaginativa y sensorial del petrarquismo italianizante de Herrera para concluir en el barroco gongorino o lopista.

En segundo término, cabe subrayar la importancia de los metros tradicionales en la obra de Herrera, quien, desde muy joven, ensayó poemas cancioneriles siguiendo los usos de la poesía cortesana de finales del siglo XV, heredera del servicio de amor trovadoresco que tenía en la “belle dame sans merci” el objeto de culto literario idóneo para cantar la angustia amorosa mediante el conceptismo y las paradojas retóricas. El último componente de su poesía sería la filosofía neoplatónica, que Herrera extrae de las fuentes habituales de la época (Plotino, León Hebreo, Baldassare Castiglione o J.C. Scaligero) y que se resume en la comprensión del amor como algo trascendente que da sentido a la vida

Más información sobre este poeta renacentista, aquí. Aquí podéis leer uno de sus versos.

La siguiente estatuta representa a uno de los héroes del Dos de Mayo de Madrid: Luis Daoíz:

(Sevilla, 1767 – Madrid, 1808) Militar español, héroe del levantamiento del dos de mayo de 1808 contra la invasión francesa. Era un artillero con experiencia de combate en el norte de África (Ceuta, 1790; Orán, 1791) y en la guerra contra la Convención (Rosellón, 1793-94). Estuvo prisionero en Francia en 1794-96; y luego sirvió como artillero de la Armada, participando en la defensa de Cádiz y en dos viajes a América.

Qué día más aciago. Qué desastre, aunque algunos piensen que Napoleón sólo dejó huellas duraderas del beneficio de su mandato.

El siguiente es otro erudito, Benito Arias Montano, traductor de la Biblia, hebraísta y bibliotecario del Escorial:

Su obra Comentaria in XII Prophetas ocupa los años siguientes, hasta que con cuarenta años (1568) recibe el encargo más importante de su vida: ser en Amberes el supervisor real de la nueva Biblia Políglota en cinco lenguas que desde hacía unos años estaban llevando a cabo un grupo de eruditos franceses y flamencos. El contacto con la realidad política, social y religiosa de los Países Bajos, influirá decisivamente en todo su pensamiento y actitudes.

Dudo que haya quien no conozca a nuestro siguiente protagonista: Bartolomé Esteban Murillo:

(Sevilla, 1617 – 1682) Pintor español. Nació en 1617 en el seno de una familia de catorce hermanos, de los que él fue el benjamín. Quedó huérfano de padre a los nueve años y perdió a su madre apenas seis meses después. Una de sus hermanas mayores, Ana, se hizo cargo de él y le permitió frecuentar el taller de un pariente pintor, Juan del Castillo.

En 1630 trabajaba ya como pintor independiente en Sevilla y en 1645 recibió su primer encargo importante, una serie de lienzos destinados al claustro de San Francisco el Grande; la serie se compone de trece cuadros, que incluyen La cocina de los ángeles, la obra más celebrada del conjunto por la minuciosidad y el realismo con que están tratados los objetos cotidianos. En general, sus inicios manifiestan la influencia del naturalismo de Francisco de Zurbarán, José de Ribera y Alonso Cano; posteriormente conocería, en sus viajes a Madrid, la obra de Velázquez.

El siguiente representado es el noble Fernando Afán de Ribera y Téllez-Girón, noble culto que fue nombrado virrey de Nápoles y Cataluña:

Fernando Afán Enríquez de Ribera y Téllez-Girón (Sevilla, 10 de mayo de 1583-Villach, 28 de marzo de 1637) fue un noble, diplomático y hombre de estado español. Fue III duque de Alcalá de los Gazules, VIII conde de los Molares y V marqués de Tarifa.

Fue adelantado mayor de la frontera de Andalucía y notario mayor de Andalucía; ocupó los cargos de embajador ante la Santa Sede y vicario general en Italia en tiempos de Urbano VIII; fue sucesivamente virrey de Cataluña, Nápoles y Sicilia, así como gobernador de Milán.

Amante de las letras y de las artes, ejerció como mecenas de varios artistas y acumuló una notable cantidad de obras de arte, así como una amplia biblioteca, en su residencia en la casa de Pilatos sevillana.

Murió en 1637 en Villach, de camino a una misión diplomática en Colonia a la que le había enviado el rey Felipe IV como plenipotenciario para negociar el fin de la guerra de los Treinta Años.1​ Sus restos fueron trasladados a España y enterrados en el monasterio de la Cartuja de Sevilla.2​ Como Brown y Kagan indican en su artículo The Duke of Alcalá: His Collection and Its Evolution, algunas de las obras que había ido coleccionando a lo largo de su vida fueron vendidas para pagar sus deudas y el resto fueron entregadas a familiares para que las colocaran en lugares privados de oración.

Lope de Vega le dedicó una comedia que tenía por título Lo cierto por lo dudoso.

Fue el primogénito de Fernando Enríquez de Ribera y Cortés, IV marqués de Tarifa, y de Ana Téllez-Girón (hija del I duque de Osuna). De su matrimonio con Beatriz de Moura, hija de Cristóbal de Moura tuvo cinco hijos

La última imagen es la de Bartolomé de las Casas: el mero hecho de que se le permitiera discutir las tesis de otros reconocidos intelectuales de la época y hacerlo delante del Emperador Carlos V, es suficientemente indicativo del nivel de autocrítica que tuvo la España del Siglo XVI. Pensemos en qué dirigente occidental recibiría hoy a un señor que criticase de forma tan radical su política e, incluso ordenase modificar sus leyes posteriormente para ser más humano… y han pasado cinco siglos:

Estaba ya en Valladolid, en San Gregorio, más sosegado y en un ambiente intelectual émulo de San Esteban de Salamanca. Los Tratados son de lo mejor de fray Bartolomé, desde el punto de vista teológicojurídico. En Las treinta proposiciones muy jurídicas pretendió probar el fundamento en que se fundaba el título y señorío supremo que los Reyes de Castilla y León tenían en las Indias. La Proposición XVII dice: el único derecho de soberanía y su único fundamento jurídico es la donación pontificia, que, dice, no privó de su dominio a los príncipes y señores que estaban en el Nuevo Mundo; sólo había colocado sobre ellos, como supremo emperador, a los reyes de Castilla, lo que supuso un cambio sustancial. Sin detenernos en esta variante, conviene insistir en que Las Casas sostuvo en la mayor parte de sus obras la idea de que el Papa, como vicario de Cristo y dominus orbis, subrogó en los Reyes Católicos su poder temporal sobre las Indias para el cumplimiento del fin evangélico que les había encomendado. En la XVIII se subraya que los naturales conservan sus derechos y dominio sobre sus súbditos…, pero, (Proposición XIX) que estaban obligados a reconocer este imperio de los Reyes de Castilla, una vez recibido libremente el bautismo. Idea que se verá precisada más adelante. Después, habla de métodos misionales; defiende el apostólico, condena la conquista previa, y recuerda al Rey su obligación de gobernar bien aquellos territorios; condena, una vez más, la encomienda —“la más cruel especie de tiranía”— y los repartimientos efectuados por Colón.

Vitoria y Soto trataron de estos asuntos con más cautela. Rechazaron el Imperator y el Papa dominus orbis, negaron al Papa cualquier poder sobre los infieles, y de no mediar otros causas, ni él, ni los Reyes, tendrían más derecho que a predicar el evangelio.

Vitoria y Soto son dos pilares de la filosofía y del humanismo occidental que sin embargo, no se estudian ni se mencionan en el bachillerato. Así todos estos hechos se ignoran y lo que se ignora no existe. De las Casas simplemente ha sido usado porque convenía a ciertas naciones que eran evidentemente enemigas de la España imperial, pero nunca les ha interesado tampoco su pensamiento que es mucho más amplio que la mera crítica a los encomenderos. La diferencia está en que los primeros fueron más prudentes en sus manifestaciones, por lo que la manipulación de sus palabras no hubiera sido tan fácil.

Como conclusión, todos ellos fueron individuos de valía que merecen ser recordados. Es un poco difícil resumir sus vidas, así que aconsejo que leáis los enlaces porque muestran una vida intelectual mucho más rica de lo que habitualmente se considera.

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