Catedral de Maguelone (Villeneuve-les-Maguelone, Francia)

Ya escribí con anterioridad (1, 2) sobre esta Catedral, hoy muy destruida y que llegó a estar prácticamente en ruinas.

En primer lugar, debo indicar dónde se encuentra:

Efectivamente, la Catedral, se encuentra a las afueras de Montpellier, prácticamente en el Mar Mediterráneo: de hecho, la playa queda a sus pies. Es un sitio que merece la pena visitar, rodeado de viñedos, unos de cuyos propietarios fueron precisamente la familia de Frédéric Fabrège, compradores de la isla en 1852 y los que comenzaron una labor titánica de reconstrucción. Hoy la isla vuelve a pertenecer al episcopado de Montpellier, después de que, en 1949, el hijo de Fabrège les donara la isla.

Una placa señala los principales hitos históricos de esta Catedral fortificada:

ciudad romana y puerto de mar, en el siglo II se nombra a uno de los primeros obispos de la Galia, villa de la Septimania, destruida por Charles Martel en 737 (NOTA: se habían escondido allí algunos musulmanes de los que habían invadido primero la Península Ibérica y luego la Galia). No es hasta 1037 cuando se produce el regreso de los Obispos, que vuelven a erigir la Catedral antigua de San Pedro. Posteriormente, el 27 de abril de 1085, el conde de Maguelone, sobrino nieto de San Benito de Aniane, presta vasallaje ante el Papa Gregorio VII, para posteriormente, el 29 de junio de 1096, el Papa Urbano II bendice la isla y declara que la Iglesia en ella erigida sólo es segunda respecto de Roma.

Hogar de caridad incomparable, refugio y asilo de grandes Papas como Urbano II, Gelasio II, Calixto II, Inocencio II, Alejandro III que inclusive consagra el altar mayor de la Catedral.

El 9 de febrero 1157, Luis VII preside el capítulo en el que Adriano IV, antiguo capellán de Melgueil, confirma los privilegios, habiendo comenzado el 15 de abril de 1155, la erección en honor de este Papa la torre de San Pancracio.

El 17 de abril de 1163, Maguelone, como feudo pontificio, preserva todo este territorio de la guerra y de la servidumbre.

En abril de 1533, Francisco I se aloja aquí cuando viene a ver a su amigo, el obispo Pellicier.

El 27 de marzo de 1536 el obispo es trasladado a Montpellier.

El 16 de enero de 1632, en el marco de los enfrentamientos entre los católicos y los protestantes, el duque de Montmorency ocupa el lugar, al sospechar que se han refugiado en la antigua catedral abandonada (recordemos que hace un siglo el obispo se había ido a Montpellier) los protestantes o hugonotes franceses. Luis XIII ordena su demolición.

El 12 de enero de 1708 se procede a usar las piedras de la catedral para la construcción del Canal.

El 3 de marzo de 1791 se vende la isla como bien nacional, volviéndose a vender en 1833, 1836 y 1852 (cuando lo adquiere la familia Fabrège).

Pongo todo lo anterior para que se vea que destrucción de patrimonio ha habido en todos los lados: de hecho, se llegó a usar de establo para ganados en el siglo XIX. El acceso, si veis el mapa, es precioso, una verdadera maravilla, tanto que entiendo mal que el Obispo quisiera irse a Montpellier. De hecho, a día de hoy este paraje forma parte de la red Natura 2000 de protección de parajes naturales y a ambos lados es posible ver bandadas de flamencos en verano.

Las fotos panorámicas (en realidad la foto es el doble de larga…) tienen el problema que son muy complicadas a la hora de subirlas a internet. Esta carretera estrecha nos lleva primero a un puente (está prohibido cruzarlo en moto o a caballo y, si se usa la bici, es necesario bajarse y caminar) y después a otro camino que es el que lleva a la catedral. A nuestra espalda está la población de Villeneuve-dès-Maguelone (La “villa nueva de Maguelone”) y la parada del tren ligero que llega desde Montpellier.

El puente, como se ve, no está siempre abierto: sólo está unas horas, de forma que no haya gamberrismo ni pesca a deshoras y de paso nadie pueda llegar a la playa si este puente esté cerrado, por lo que por la noche se evitan los problemas en la misma. De hecho, está prohibido acampar en la playa, así que tampoco es posible quedarse a dormir. Al fondo, vemos la entrada a la isla, señalada por la puerta almenada de piedra.

Una vez pasada esa puerta, y si se vuelve la mirada atrás, lo que nos encontramos es esto: se ve el puente que se ha cruzado hace un instante y la puerta de acceso a la isla.

Desde aquí hasta la catedral, se puede ir andando o montarse en un trenecito. Yo opté por andar.

Al final de esa pequeña carretera, se encuentra la Catedral, que mantiene las características de fortaleza que siempre tuvo, debido a la posibilidad de ataques al estar en la costa del Mar Mediterráneo.

Aquí vemos la puerta de entrada a la Catedral, de carácter eminentemente románico (mirad la ventana superior) salvo el tímpano que es gótico y representa a Cristo como Maiestas Domini, con las figuras de los cuatro evangelistas alrededor (el león, el toro, el águila y el hombre), como vemos más claramente en la siguiente fotografía:

En ella, además, vemos los relieves originales de San Pedro (a la derecha, con las llaves en su mano derecha) y San Pablo (a la izquierda, empuñando la espada de su martirio en su mano derecha). Estos relieves formaron parte de un tímpano anterior románico, pero que se sustituyó por el que vemos hoy. Sobre la puerta, hay adornos vegetales que se alternan. Y a ambos lados de la puerta hay dos cabezas, muy parecidas a las que hay (salvando las distancias) a ambos lados de la puerta de la iglesia de Santa María de Wamba.

Las vicisitudes vividas han hecho que parte de las paredes, a pesar de la reconstrucción llevada a cabo por la Familia Fabrége y, posteriormente, por la Asociación de Amigos de la Catedral, aún revelen esa parte de la historia tan conflictiva.

Dejo para una entrada posterior el interior, no sin antes poner esta foto del exterior que me parece muy representativa de las vicisitudes del edificio: arriba del todo, una ventana diminuta, casi una saetera, románica y más abajo, dos ventanas, ambas tapiadas. A la derecha otra entrada pequeña con una pequeña barandilla que casi parece la entrada a una vivienda humilde. Los muros, como veis, son de un espesor digno de una fortaleza medieval, por lo que es posible llegar a entender por qué Luis XIII quiso arrasarlo, aunque fuera una verdadera bestialidad desde el punto de vista cultural.

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