Sala del Almirante de los Reales Alcázares de Sevilla: el cuadro de «Las postrimerías de San Fernando» de Virgilio Mattoni

Vista general de la Sala del Almirante.

Inicio el examen de este importantísimo edificio de Sevilla con esta Sala, cuya importancia histórica es innegable:

Debe su nombre al Tribunal del Almirantazgo de Castilla, que tuvo su sede aquí. El Salón del Almirante era una parte de la “Casa de Contratación de las Indias”, institución funda- da en el Alcázar de Sevilla en 1504 por Isabel la Católica tras el descubrimiento de Amé- rica para la regulación del comercio entre España y el Nuevo Mundo.

Sevilla fue el puerto elegido por la reina por la seguridad que ofrecía frente a posibles ataques piratas, convirtiendo a la ciudad en Puerto y Puerta de América, y capital euro-  pea del comercio durante el siglo XVI. Aquí fue donde el Piloto Mayor Américo Vespuccio, Magallanes y El Cano trazaron la primera vuelta al mundo, y Juan de la Cosa realizó el primer mapamundi de la historia. Esta sala está decorada con pinturas de temática histórica del siglo XIX y principios del XX.

Sala del Almirante. Real Alcázar.

Como bien dice, de las paredes de esta Sala cuelgan, entre otras, diversas pinturas del XIX de la corriente historicista. De todas ellas, me voy a detener en una en particular:

Las postrimerías de San Fernando. Virgilio Mattoni.

Perteneciente al Museo del Prado, este gigantesco óleo sobre tela se encuentra en depósito en los Reales Alcázares de Sevilla por ser San Fernando el que reconquistó la ciudad para los cristianos:

Este lienzo constituye la obra maestra de Virgilio Mattoni. Reflejo de su profunda religiosidad, dedicando a este género la parte más importante de su producción pictórica, así como de sus ambiciosas expectativas puestas en él para darse a conocer en Madrid, el cuadro fue pintado para la Exposición Nacional de 1887, en la que obtuvo una segunda medalla, transcribiéndose en su catálogo el pasaje de la agonía del rey Fernando III que ilustra el lienzo, extraído de la Crónica de España, escrita por su propio hijo, Alfonso X el Sabio.

(…) En su agonía, Fernando III acaba de saltar del lecho dispuesto en una sala del recién conquistado alcázar árabe, vestido con un simple camisón blanco y cubierta su cabeza de cenizas, con una que el rey tomó y se echó al cuello, cae de rodillas al suelo con los brazos en cruz sujeto por dos monjes, ante la visión de la Sagrada Forma, que alza en sus manos el arzobispo don Remondo, vestido de pontifical. A los pies del monarca, sobre un delgado cojín, descansan la corona, el cetro y la espada símbolos ya inservibles de su realeza, fielmente copiados de los existentes en la Capilla Real de la Catedral de Sevilla. En primer término, la reina doña Juana se desploma sobre el almohadón de su reclinatorio, llena de desesperación, mientras la contempla compasiva una de sus damas, arrodillada junto al báculo y la mitra del arzobispo. Al fondo, tras un bello arco polilobulado, se abre una capilla tenuemente alumbrada por dos lámpara de aceite, en la que se adivina un altar con la famosa Virgen de las Batallas, pequeña imagen de marfil que, según la tradición, llevaba siempre el rey Fernando III en el arzón de su silla de montar, y hoy se encuentra también en la Seo hispalense. Junto al muro permanecen arrodillados otros personajes de regia presencia, entre los que podrían identificarse a los infantes don Alfonso, don Juan y don Felipe y a la infanta doña Leonor, cubierta con un velo.

Quizá el mayor acierto de esta impresionante escena resida fundamentalmente en la enorme tensión dramática conseguida por el artista al disponer su grandiosa composición en un formato tan marcadamente rectangular, situando en sus extremos los elementos protagonistas de su desarrollo argumental, definidos en la frágil y abandonada figura del rey moribundo postrado en el suelo, y la hostia que levanta el arzobispo con una solemnidad intimidatoria y casi amenazante, ante la que el monarca cae rendido, subrayándose con ello la supremacía aplastante de la religión sobre los poderes mundanos, quedando sus símbolos relegados a meros objetos inservibles en el suelo, como de una manera tan gráfica ha pintado Mattoni junto al rey.

Museo del Prado.

El juego de luces contribuye a la tensión dramática vivida, plasmada magistralmente por el pintor.

Anteriores post sobre los Reales Alcázares: Fuente de la Fama.

También podéis leer la Primera Crónica general: estoria de España que mandó componer Alfonso el Sabio y se continuaba bajo Sancho IV en 1289. Está a la descarga en edición más moderna en la página del BOE para quien esté interesado en hacerlo:

El noble principe de Espanna, al qual la gracia de Jhesu Cristo vengadora de la porfía lo saino do toda cosa triste, principe digno de alabanza, Alfonso nonbrado por nonbre, principe nunca venqido, principe venerabile, el qual por meres<;imientos sobrepuia a todas alabanzas, el qual a la venganza los engarnios con fierro condena, al qual la fama de qualquier cosa lo perpetua, los fechos de Espanna fazo manifiestos en este libro, en guisa que cada cual pueda saber por el muchas cosas venideras. (…)

AQUI SE COMIENZA LA ESTORIA DE ESPANNA
QUE FIZO EL MUY NOBLE REY DON ALFONSSO
FIJO DEL NOBLE REY DON FFERNANDO ET DE LA REYNA DON NA BEATRIZ

Primera crónica general. Estoria de España.

Los hechos plasmados en el cuadro están en el nº 1133, página 773.

4 comentarios sobre “Sala del Almirante de los Reales Alcázares de Sevilla: el cuadro de «Las postrimerías de San Fernando» de Virgilio Mattoni

  1. Una sala muy interesante dentro del conjunto de los Reales Alcázares de Sevilla, Mercedes.

    Desde hace unos años canto en la coral polifónica de mi pueblo. Nunca llegué a pensar que llegaríamos a cantar en esa sala en un concierto de música antigua. Fue una experiencia inolvidable.

    Un fuerte abrazo 🙂

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    1. Hola Miguel Ángel:

      No me extraña que fuera una experiencia muy especial, porque esa Sala, a pesar de su simplicidad, tiene un algo especial. A eso se une la música porque la Sala debe tener (por sus características) muy buena acústica.

      Abrazos.

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