Carlos VII de Nápoles, de cazador, por Antonio Sebastiani

Carlos VII de Nápoles, cazador, Antonio Sebastiani
Carlos VII de Nápoles, cazador, Antonio Sebastiani. Galería de las Colecciones Reales (Madrid, España).

Un jovencísimo rey Carlos VII, posteriormente rey de España, con el nombre de Carlos III, se retrata en una jornada de caza:

El 24 de julio de 1736, Carlos de Borbón anunciaba a su madre Isabel Farnesio el envío desde Nápoles de un par de retratos suyos, entre ellos este de cuerpo entero, «los cuales se me parecen mucho». También José Joaquín de Montealegre y el conde de Santisteban los consideraron en extremo parecidos, precisando el primero el autor: «un tal Sebastiani, parmesano discípulo del famoso Molinareto». La efigie muestra al monarca dispuesto a practicar su afición favorita, la caza. Vestido para ello, del conturón cuelgan un cuchillo de monte y una bolsa. El esmero con que están reflejados permite pensar que quiso dar a conocer el regalo que le había hecho la Electriz del Palatinado: «unos arneses de cazador a la moda de Alemania que consta de una especie de cinturón con dos bolsas […] y de él pende un cuchillo de monte.

Explicación en la propia Galería.

Nacido el 20 de febrero de 1716, del matrimonio entre Felipe V y su segunda esposa Isabel de Farnesio, contaba por tanto en el retrato poco más de 20 años de edad:

A pesar de los adjetivos «robusto» y «hermoso» con que la Gaceta madrileña anunció el suceso, frente a aquel nuevo vástago rubio y pálido, menudo y decididamente poco agraciado, nadie podía sospechar que brillaría con mayor fulgor que muchos de sus antepasados, contemporáneos y sucesores. Nadie excepto la reina pues consagró obsesivamente todos sus esfuerzos a lograrlo. Los hijos de primer matrimonio del rey con María Luisa Gabriela de Saboya, Luis, príncipe de Asturias, y los infantes Felipe y Fernando, ostentaban un indiscutible derecho de preferencia en la herencia de la corona de España; no obstante, el empeño de Isabel Farnesio sobre todo, y de otro lado el azar, iban a modificar el futuro previsto.

Mientras tanto, la infancia de Carlos III se desarrollaba sin rasgos notables. Tímido, callado y obediente; semioculto entre el protagonismo de sus hermanastros y de sus inmediatos hermanos menores, parecía aún más diminuto. El prematuro fallecimiento del infante Felipe, en 1719, no alteró los planes de la reina. Sabía que, siempre que viviesen, los dos hijastros que quedaban seguían siendo los legítimos sucesores al trono, y, de momento, nada hacía prever su muerte. Por tanto, inicio, a través de su ministro el conde Alberoni, una política revisionista del Tratado de Utrecht, por el que Felipe V había perdido todas sus posesiones italianas. Su objetivo era recuperarlas para ser gobernadas por sus hijos, y, dando por seguro la consecución, sometió a su primogénito al aprendizaje intensivo de los dialectos napolitano, lombardo y florentino, lo cual le significaba al pequeño una dedicación casi absoluta al estudio, ya que además recibía la enseñanza elemental en castellano y en francés, confiada al padre Laubrusel, venido de Francia a requerimiento de Isabel Farnesio.

Historia de España.es.

La reina Isabel de Farnesio debió decir «Me encanta que los planes salgan bien», unos 300 años antes que Hannibal Smith… si este último hubiera sido real. 😆

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